Esta es una reflexión personal sobre el impacto que tuvieron los juegos de rol en mi vida, y por qué pienso que todo el mundo debería jugar en alguna ocasión
Todos hemos tenido un momento clave que nos hizo entrar en el maravilloso mundo friki, bien sea fantasía o ciencia ficción, rol o juegos de mesa, modelismo o comics, etc. No me refiero a que de niños viésemos películas o dibujos de esas temáticas (cosa que han hecho todos los niños en algún momento), sino a ese momento clave en el que nos hace catacroker la cabeza y nos zambullimos de cabeza en estas aguas.

No se que fue lo que me hizo fijarme en él en la feria del libro del instituto, cuando tenia 14 años. Esta claro que la portada no fue, ya que es bastante sosa, no como otras ediciones del mismo libro que si tienen ilustraciones evocadoras y fantásticas, con ese estilo ya retro de los dibujos de fantasía que tanto encanto tienen.
El caso es que lo vi y sentí la necesidad de leerlo, fue algo así como un flechazo. Recuerdo a mis compañeros mirándome con cierto desdén, pues no solo había comprado un libraco, sino que además era de cosas frikis. Hay que recordar que rondaba el año 1999, y el tema friki era aun bastante más marginal que a día de hoy, raramente alguien llevaba camisetas de superhéroes o declaraba abiertamente su afición a los videojuegos, más allá de alguna visita a las recreativas.
La novela me absorbió, quedé prisionero de la estupenda narrativa de Margaret Weis y Tracy Hickman. Sus personajes tenían un algo, una quintaesencia oculta que no era capaz de vislumbrar y que me resultaba realmente enigmática. Pese a tratarse de personajes bastante estereotipados en algunos casos, tenían algo que los hacía especiales. Terminaría descubriéndolo, pero años después.
De estas novelas salte a la fantasía en general y a la ciencia ficción y con el tiempo descubrí el rol, si bien no puede jugar en un tiempo por falta de un grupo de amigos con el que hacerlo. Gracias a Antonio, un compañero que entro en mi clase en 4º de ESO, tuve la oportunidad de tener mi primer contacto con esta disciplina, con una partida ambientada en el mundo de tinieblas, no como vampiro, que es lo más habitual, sino como Cazador.

La partida fue un tanto caótica, tanto por la inexperiencia de los jugadores (todos novatos) como por la inexperiencia de Antonio como master, pero se grabó a fuego en mi memoria. La sensación de estar leyendo un relato o viendo una película en la que tu eres uno de los protagonistas, en la que sientes lo que siente tu personaje y te vinculas con sus decisiones y su éxito o fracaso, fue realmente fantástica. Y me hizo recordar, sin saber muy bien porque, las Crónicas de la Dragonlance. Lo atribuí a ser mi primer contacto con este mundillo, así que no le di mayor importancia.
Meses después, tras una larga charla sobre la partida de D&D que acabamos de jugar esa tarde, teorizando sobre lo que habríamos hecho tal o cual con el personaje del otro en según que circunstancias, me vino el flash ¡¡¡Ahora entendía porque personajes como Raistlin o Tanis me habían resultado tan interesantes!!!, no era sólo la narrativa en si misma, sino que se trataba de una partida de rol novelizada. Cada personaje tenía algo único que lo distinguía de todos los demás, y eso era el jugador que le había dado vida. Y es que da igual lo encorsetado que sea un personaje, cada cual le pone un poco de su esencia a la hora de interpretarlo. Esto es tan así en el rol como en el cine o el teatro, y no son pocos los debates que se han formado sobre que actor es el mejor 007 o el mejor Joker, pese a que el personaje es, en teoría, el mismo.
Los juegos de rol son una experiencia realmente divertida, apasionante e inolvidable. No sólo nos hacen disfrutar de incontables horas con los amigos, sino que además tienen el potencial de ayudarnos a mejorar a nivel personal. Para ellos os pongo mi caso particular.
Yo siempre fui un chaval muy tímido y retraído, sobre todo en mi adolescencia, hasta que decidí usar una de las premisas del rol “la cuestión no es que harías tu, sino que haría tu personaje”. Básicamente empecé a actuar no como quien yo era en realidad, sino como me gustaría ser. En la mayoría de reuniones sociales amplias tendía a pasar desapercibido, a no hacer chistes ni a centrar la atención en mi, y eso me hacia sentir totalmente apartado del grupo e insignificante. Pero el personaje que estaba interpretando no era así, era un tipo alegre y chistoso, que siempre estaba de guasa y no tenia miedo de hablar de sus pasiones y miedos en público. Así que empecé, muy poco a poco, a comportarme como ese alter ego.

No os voy a engañar, fue un proceso de muchos años y con muchos sinsabores. Ser chistoso implica hacer chistes que no siempre van a gustar a los demás, centrar la atención en ti puede hacerte parecer vanidoso y egocéntrico en más de una ocasión, y, estar siempre de guasa y alegre es imposible. Pero, al igual que los personajes de una partida de rol, vas ganando experiencia y maestría en todas las habilidades, hasta el punto que ese alter ego que interpretabas ya no existe, pues ya eres tu mismo.
Es por ello que para mi el rol oculta una gran lección de vida. Al igual que para ser un poderoso mago de D&D o maestro cortesano del Rokugan has tenido que, empezando con un aprendiz, enfrentarte a numerosos retos, dolorosas perdidas e instructivas derrotas y fracasos, en la vida real también tendrás que esforzarte, sacrificarte, fracasar y aprender de los errores para llegar a ser la mejor versión de ti mismo que puedas llegar a ser.
Es por ello que invito a todo el mundo a jugar a cualquier juego de rol. Hay para todos los gustos, desde los grandes clásicos como D&D, La llamada de Cthulhu o Leyenda de los cinco anillos, a títulos más de nicho con una personalidad y carisma espectacular, como dos de mis favoritos: Ars mágica e Infinity, el juego de rol. La edad no es una excusa, porque tienes juegos de rol para niños, como Magissa, Starport o mi favorito para los más peques, Pequeños detectives de monstruos.
Por Carlos, el tendero corrupto